La tecnología solar fotovoltaica consiste en convertir la irradiación solar incidente en electricidad mediante módulos fotovoltaicos. La producción de energía eléctrica, en corriente continua, es proporcional a la irradiación solar incidente global (GHI) y al área total de los módulos solares de la planta.
Los módulos fotovoltaicos, ordenados en grupos para conexión eléctrica, se conectan a varios centros de transformación (básicamente inversores y transformadores) que transforman la corriente continua en corriente alterna y elevan la tensión para conducir la energía hasta la subestación elevadora, que se conecta a la línea de transmisión que llega hasta el punto de conexión en la red.
En la gran mayoría de los proyectos de gran escala se usan módulos de silicio monocristalino, que se fabrican en tamaños individuales que van desde 250 Wp hasta 600 Wp. Actualmente existen disponibles por parte de los mismos fabricantes, módulos fotovoltaicos bifaciales, tecnología reciente que permite aprovechar ambas caras del módulo para generar energía, en que la cara posterior genera con la irradiación que se refleja en el suelo o en otras superficies (albedo).
En el caso de lugares con alta irradiación (como en el norte de Chile), se recomienda el uso de seguidores (tracker) lineales o seguidores a un eje, que posicionan durante el día las series de módulos en forma perpendicular a la posición del sol en cada momento.
Su característica modular permite realizar desde instalaciones para consumo particular de unos cuando Watts de potencia instalada hasta instalaciones a gran escala, superando los cientos de Megawatts.